El gas natural normalmente está acumulado en las bolsas de rocas porosas a mucha presión, que se perforan para romperse (llegando hasta la profundidad de las bolsas) y así conseguir que el gas fluya hacia arriba por la diferencia de presión. Estas bolsas se suelen encontrar a unos pocos cientos de metros bajo tierra. Este se conoce como el gas convencional.
Debido a la alta demanda energética a nivel mundial, se han desarrollado técnicas y tecnologías que facilitan la explotación de hidrocarburos no convencionales.
Los gases no convencionales se encuentran en rocas de poca porosidad y baja permeabilidad. Esto hace que sean de menos concentración y es más difícil de extraer. Tenemos como ejemplo, el gas de pizarra o shale gas, que se encuentra a mucha profundidad entre los 400 y los 5000 metros. Como la permeabilidad de la pizarra es muy baja, el gas esta en pequeños poros no conectadas entre ellas, lo que hay que romper para conseguir extraer el gas y fluya hacia arriba. La extracción del gas de pizarra se conoce con el nombre de fractura hidráulica horizontal o fracking.
El cracking, en cambio, es la descomposición de hidrocarburos pesados para obtener otros más ligeros. Esta se consigue rompiendo enlaces entre moléculas de hidrocarburos de alto peso molecular en comparación a otras más livianas como lo es el metano. Los factores que determinan la formación de los diversos productos generados durante el cracking son: la naturaleza o tipo de petróleo, la temperatura, la presión, el tiempo de proceso y los catalizadores.
Según el método utilizado para romper los encales se distingue el térmico o el catalítico.
Para el primero se aplican temperaturas elevadas de entre 500 y 900ºC y presiones de entre 2 y 8 atm. Para la segunda, además de todo lo que se le aplica al térmico, también se le aplican catalizadores, para agilizar el proceso.
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