La cuestión es que China busca de forma desesperada reducir sus horrorosas cifras de emisiones contaminantes. Y para ello se han propuesto aumentar el número de coches eléctricos en sus carreteras, con el objetivo de alcanzar unas 3 millones de unidades cada año para 2025. Una cifra que supondrán multiplicar por 10 las cifras logradas el pasado año.
Este programa de ayudas, que cubre desde I+D, hasta subsidios directos a la compra de coches, y que suponen hasta le 60% del coste del vehículo, ha atraído a un número muy elevado de nuevas empresas. Se estima que en estos momentos hay 200 empresas y unos 4.000 modelos en desarrollo. Una situación insostenible para los expertos.
Según estos, además de los grandes fabricantes tradicionales, hay espacio como mucho para otros 10 nuevos fabricantes. Una cifra que supondrá la desaparición del 90% de las nuevas empresas dedicadas al coche eléctrico.
El principal problema es que muchas de estas nuevas iniciativas carecen de respaldo tecnológico. No disponen de tecnología novedosa que suponga un beneficio claro para el consumidor. Unos movimiento que algunos aseguran son especulativos, y nacidos al calor de los programas de ayudas públicas, pero que están condenadas a desaparecer.
Es por eso que desde Pekín se pondrán en marcha nuevas normas para tratar de filtrar el mercado. Unas nuevas normas que el 90% de los nuevos fabricantes no serán capaces de alcanzar, lo que supondrá su cierre y el estallido de una verdadera burbuja especulativa.
A esto se añadirá el final de unas ayudas que se terminarán en 2020. Fecha para la cual se espera el mercado haya alcanzado un importante nivel de madurez, pero donde muchos fabricantes con poca preparación, tendrán que cerrar.
El resultado será un mercado más homogéneo, más competitivo, y con menos especuladores a la búsqueda de oportunidades a corto plazo.
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Vía | Bloomberg
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